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REFLEXIONES A RAS DE SUELO

Muchos se preguntan dónde están las técnicas de suelo en los estilos marciales chinos. En esta entrevista respondemos algunos de los interrogantes relacionados con la lucha en suelo en el ámbito de las artes marciales chinas y cómo la abordamos en nuestra escuela.


Lucha en suelo ¿Por qué?


Bueno, parece que hoy en día se ha popularizado este plano de combate mucho, quizá por el auge de las MMA y la repercusión mediática que han tenido los combates televisados de esta modalidad deportiva. La lucha en suelo es un plano más del combate, muy vinculado a una distancia, que el artista marcial debe explorar y para el que tiene que articular respuestas efectivas en el caso de que una confrontación llegue ahí.


Pero no hay apenas referencias en la mayoría de los estilos marciales chinos tradicionales. ¿A qué se debe esto?


No podemos olvidar que el origen de los sistemas marciales chinos es fundamentalmente militar. Lo que conocemos de las primeras muestras de modelos de combate a mano vacía codificados vienen de este entorno en etapas históricas muy tempranas. Nos referimos, por ejemplo, a estilos tan antiguos como el Jiao Lí practicado en los ejércitos durante la dinastía Zhou (1.122 a 256 a. C.).


A partir de estas primeras manifestaciones de codificación para el combate a mano vacía, ya encontramos conceptos fundamentales de todos los sistemas que han perdurado hasta nuestra época. Da, Ti, Na y Shuai como claves de acción dentro de los sistemas aparecen ya en estos primeros modelos que tenían este indiscutible contexto militar de desarrollo.


En las batallas de la antigüedad no tenía mucho sentido la formación marcial a mano vacía. Todo lo que sabemos es que los objetivos de estos sistemas apuntaban a un tipo de entrenamiento funcional para el soldado, de adaptación para la rudeza de la guerra, de generar un entorno combativo que alimentara su espíritu de guerra y de preparación para el manejo de armas, algo que sí estaría presente en el campo de batalla. Un puño sirve de poco frente a una armadura. Si caías al suelo, la posibilidad de ser pisoteado por un caballo, atravesado por una lanza o ensartado por una espada, entre muchos otros peligros, no recomendaba permanecer mucho en esa situación. Creo que se trata de un fenómeno multifactorial en el que el desarrollo de la lucha en suelo no tenía mucha cabida en algunos estilos.


Si observamos estilos como Di Tang Quan (Boxeo de caídas), Zui Quan (Estilo de borracho) Hou Quan (Estilo de Mono) o Dishu Quan (Estilo del perro) entre otros, veremos que se hace un gran hincapié en la forma de caer, moverse desde el suelo y en salir de forma explosiva de esa zona de alto riesgo. El estudio de procedimientos de entrenamiento de estos estilos sería muy interesante (recomendable) para personas que trabajan la lucha en suelo desde otros estilos no chinos. Quizá es en el Dishu Quan donde encontramos los elementos funcionales más relevantes para la lucha en el suelo.


Sin embargo, en el mundo clásico, por referirnos a la misma época de una forma más cercana a nuestra cultura, sí que aparece la lucha en el suelo como una forma de combate codificada y de gran popularidad. ¿A qué se debe esta diferencia?


Si nos referimos al mundo antiguo, es indiscutible esto que menciona. También es cierto que hablamos de comunidades en las que la sociedad era muy diferente a la china. La lucha se introdujo como una «modalidad competitiva» en las olimpiadas en el silo VIII a. C., pero es una manifestación sociocultural global que ya encontramos en Babilonia dos mil años antes de nuestra era. Solo en España podemos encontrar el Aluche cántabro, la lucha canaria, la leonesa o la Lucha Baltu de Asturias.


Se trata de algo que va con el ser humano durante toda su evolución. Los niños, cuando se pelean jugando, suelen acabar revolcados por el suelo aplicando aquello que su instinto les va sugiriendo. Del mismo modo, si observamos a los animales, el derribo y el combate en el suelo aparecen siempre, tanto en conflictos jerárquicos de dominio dentro de una misma especie, como en el ámbito de la depredación, en el que el suelo es siempre una ayuda para fijar a la presa antes de matarla y devorarla.


Pero cuando hablamos de sistemas codificados de combate no podemos excluir del análisis los factores evolutivos que han afectado a los estilos que existen en la actualidad. El paso del entorno militar al entorno civil ha transformado la mayor parte de los conceptos originales para dar respuesta a nuevos escenarios de acción. Estos nuevos contextos admiten la entrada de algunas cosas nuevas mientras que otras más antiguas e inservibles son excluidas.


Esta exclusión o mantenimiento de propuestas no siempre obedecen a la lógica de la utilidad combativa inmediata. Si lo pensamos detenidamente, no tiene mucho sentido entrenar armas como el Kwan Dao, la espada Jian o la lanza en una sociedad que no permite el uso de armas y en la que las guerras se deciden desde Drones que no pueden verse. Sin embargo, la herencia cultural de los estilos y los elementos indirectos que aporta el estudio del arsenal tradicional, de algún modo, justifica que se sigan manteniendo como hasta ahora.


¿Y por qué no se ha incluido de forma mayoritaria la lucha en suelo en esta evolución?


Esta es una gran pregunta que quizá se responde a sí misma. Evolución es adaptación al medio. Si los estilos tradicionales chinos no han evolucionado hasta ahora en este tipo de trabajos ha sido por pura evolución natural. El suelo es una zona, como dijimos anteriormente, de altísimo riesgo, de gran vulnerabilidad y de consecuencias inesperadas; el acceso a ella suele realizarse en condiciones difícilmente previsibles. Pensemos que muchas de las técnicas incluidas en la mayoría de los estilos de Kung Fu incluyen modelos de proyección y no podemos olvidar lo que eso significa.


¿A qué se refiere?


Una proyección no es un derribo, no es un desequilibrio. Se trata de estrellar al oponente contra el suelo, algo muy diferente y con consecuencias nefastas para el que impacta contra el suelo. Estamos acostumbrados a escuelas con suelos acolchados, acondicionados para minimizar el daño de la persona que cae durante una proyección. Pero el suelo de la calle no es blando, no es uniforme, tiene objetos, salientes, bordillos, etc. Una proyección contra el suelo de la calle, bien ejecutada, no tiene muchas más líneas de progresión.


Esto parece claro, pero es probable que la proyección no sea perfecta, que en la acción nos arrastren hacia la caída.


Exacto. Pero una cosa es que nos preguntemos por qué no se han incluido en los estilos tradicionales más populares y otra distinta es preguntarnos si deberíamos hacerlo ahora. Es más que probable que lo que más ha interesado se haya trabajado de sobra en la mayoría de los estilos, como por ejemplo el pateo desde el suelo o acciones de enganche, tijeras de piernas (Gaau Jin Gerk en Hung Gar), o barridos, que sí que las encontramos en algunas formas de estos sistemas.


En nuestra escuela creemos que debemos tener también bases de trabajo en esa distancia y plano de acción, y que los sistemas tradicionales deben explorar sus conceptos combativos en al ámbito del suelo.


Pero eso ya existe en otros estilos como el Judo, el Jiu Jitsu, o las mismas modalidades de lucha deportiva como la grecorromana, la olímpica, etc. ¿No sería mejor estudiar en paralelo estos estilos?


A simple vista puede parecerlo, pero no podemos olvidar algo clave en todo esto: no hablamos de una modalidad deportiva, no hablamos de un combate con reglas. Algunas de estas modalidades están diseñadas y adaptadas para pruebas deportivas que contaminan de algún modo la efectividad final en un combate real por la supervivencia.


¿Se refiere a que no son realmente efectivas?


No, en absoluto. Me refiero a que un practicante de artes marciales chinas, sea del estilo que sea, tiene que insertar conceptos de lucha en pie que no tienen nada que ver con controlar a un oponente, fijar una posición o ganar una serie de puntos. Lo que intento explicar es que el combate en el suelo es una distancia en la que la sensación de riesgo, así como el riesgo real que implica, nos puede obligar a tener que utilizar acciones que no tienen referentes en estos sistemas.


Si observa el Jiu Jitsu brasileño verá que en origen se planteaba como un modelo de defensa personal. He estudiado por más de 15 años los sistemas relacionados con el Jiu Jitsu brasileño, la lucha libre, el Grappling y sus diferentes propuestas de lucha en suelo. Son sistemas excelentes y perfectos para entender las dinámicas de movimiento en situaciones de fricción (suelo) y con carga dinámica sobre nosotros.


Reflejan un magnífico compendio de estructuras de Qin Na en un plano de acción no convencional para practicantes de estilos que no trabajan estos modelos de lucha. Pero han priorizado los elementos luchatorios deportivos, algo que no criticamos, pero que no nos sirve cuando estamos en posiciones en las que nos pueden morder, atacar a los ojos o a los testículos. El juego no es limpio en la mayoría de los casos reales a los que nos enfrentemos.


¿Qué quiere decir cuando se refiere a estructuras de Qin Na?


En el Kung Fu, el Qin Na aglutina las acciones de división de músculos y tendones, dislocación de los huesos, estrangulación para cortar la circulación o la respiración y actuar sobre los meridianos, así como sobre sus puntos clave para afectar a la circulación energética del oponente. El refinamiento alcanzado en estos apartados durante miles de años de evolución es absoluto. El entrenamiento de estos elementos lo podemos encontrar en muchos sistemas no chinos que heredaron sus propuestas y sus metodologías de desarrollo, pero están a priori desvinculados de los conceptos nucleares del arte que nosotros practiquemos, de ahí que tengamos que reinterpretar el plano de acción y realizar un trabajo exhaustivo de enlace y revisión permanente de todo ello.


La mayoría de los sistemas chinos tienen una sinergia intrínseca que exige que todos los elementos del conjunto sean interdependientes y, a la vez, que estén interrelacionados para que el conjunto disponga de la oportuna integridad conceptual en términos técnicos, tácticos, estratégicos, filosóficos y biológicos.


En ese caso ¿cómo podemos abordar este desarrollo desde los sistemas tradicionales?


Nuestro método no descarta introducir elementos que enriquezcan los principios claves del combate. Nosotros tenemos como base de entrenamiento marcial el Taijiquan del estilo Chen y el Hung Gar Kuen, pero hemos incorporado propuestas de otros estilos que encajan perfectamente con una filosofía del combate abierta como la nuestra. Creemos que un estilo puede dar respuesta a casi todas las situaciones si en su desarrollo incluimos el testeo constante de la aplicabilidad, la resistencia y la transformación. Estos tres pilares se dan continuamente en el contexto del San Shou, el combate libre o Sparring, tal y como lo llaman en otros sistemas.


Nosotros investigamos las técnicas de las formas, sus trabajos complementarios para desarrollar la aplicabilidad de sus propuestas y aplicamos el conocimiento adquirido a una indagación permanente en el plano del San Shou, del cual no excluimos la opción del suelo como una más de las que investigamos y en las que pretendemos adquirir habilidad.


Pero el entrenamiento del suelo tiene unas exigencias específicas que no aparecen en las formas, que no se encuentran en las matrices del estilo.


Cierto, pero sí que podemos trasladar las mecánicas funcionales del suelo de estos sistemas que hemos estudiado e insertarlas en el entrenamiento, sin perder de vista las exigencias que mencionábamos antes de aplicabilidad, resistencia y transformación.


Nuestro modelo incluye la gestión de la caída al suelo, las bases de incorporación segura inmediatas, las claves de guardia desde el suelo, la jerarquía de acciones efectivas si tenemos o no al oponente encima, los ángulos de colocación, las prioridades de posicionamiento, etc. Después trabajamos de forma analítica las acciones definitivas de ataques a puntos vitales, primando el método práctico inmediato por encima del exclusivo juego luchatorio. Todo el arsenal del Qin Na del estilo cobra una gran vitalidad cuando este trabajo previo de adecuación al terreno se hace correctamente.


Luxar un brazo fuerte que se mueve a gran velocidad y que impacta de forma repetitiva con nosotros no es tarea fácil. Es importante no olvidar qué nos jugamos en todo esto y qué fuerzas se acaban moviendo en una situación real. Tener experiencias de combate real, en la calle, supone una aclaración inmediata de estos términos.


¿Tiene sentido abordar este trabajo cuando el interés del practicante no se centra tanto en el combate?


La realidad de la lucha en el suelo es indiscutible, pero debemos aprenderla como un elemento más de un conjunto de utilidades, directas e indirectas, para el combate y para el cultivo de la salud y del espíritu marcial del practicante. Hablamos de cargas, de movilidad, de sujeción, de palancas, de reacciones, de uso global de la unidad del cuerpo, de emisión de energía y de intención de victoria, todo esto está en el núcleo de los estilos tradicionales.


Adaptar la funcionalidad frente a la adversidad es la base de lo que cualquier escuela que quiera mantener viva la tradición debería plantearse. Nosotros no inventamos, solo trasladamos, relacionamos, convertimos y testeamos los elementos que dan las respuestas más oportunas a los grandes problemas de la lucha. Esa es la forma, a nuestro entender, de conseguir mantener vivos los sistemas tradicionales, adaptándolos de forma efectiva a la realidad de los tiempos.


Perfecto. Creo que hemos aclarado bastantes cosas sobre este apartado. En la próxima entrevista nos gustaría abordar otro aspecto controvertido, el de los saltos.


Estupendo, un tema muy interesante. Veremos que, al igual que ocurre con el trabajo de suelo, cuando se explican el sentido y la utilidad de las cosas es mucho más fácil aceptarlas y conseguir cierto dominio sobre ellas. Iremos preparando el terreno.



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