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3 claves temporales en el entrenamiento holístico para el combate

«El tiempo es lo que evita que las cosas pasen al mismo tiempo.»

Ray Cummings



Cuando hablamos de entrenamiento holístico nos referimos el entrenamiento como un todo, que interrelaciona diferentes variables que van más allá de las puramente físicas. Este tipo de enfoques busca una conciencia integral del proceso del entrenamiento, incluyendo y no descartando el mayor número posible de aquellas variables o elementos que participan, modifican o condicionan el entrenamiento y, por defecto, sus resultados.


Para ello, debemos tener en cuenta una gran diversidad de componentes (psíquicos, biológicos, cognitivos, sociales, emocionales..). Además, en el caso del entrenamiento para el combate, hay que trascender la visión puramente física del entrenamiento de las cualidades y habilidades, para introducirlas de forma funcional en el contexto de utilización y definir correctamente sus sinergias naturales, es decir, cómo se establece una coordinación en el modelo para que la funcionalidad de nuestros actos sea cooperativa, logrando con ello una armonía e incremento potencial de nuestra capacidad combativa global.


Hemos hablado en anteriores entradas sobre los 3 diferentes momentos combativos:


• evitación y fuga
• intercambio
• unificación o penetración

Para cada uno de estos escenarios se establecen diferentes líneas de tiempo dentro del combate, líneas que pueden ir en diferentes direcciones (aferente o eferente) y con un estancamiento temporal determinado en cada una de ellas.



Podemos estar esquivando y evitando las acciones del oponente durante un tiempo limitado hasta que llegamos a una fase de intercambio. Las cualidades que priman en este primer momento combativo (evitación y fuga) son la anticipación, la agilidad y los reflejos; traducidas en términos técnicos en esquiva, desplazamiento, control de la distancia, explosividad y movilidad permanente.


En la medida en que avanzamos en esta línea de tiempo y en esta dirección determinada, estas cualidades solicitadas irán mutando y adaptándose a nuevos momentos, integrando nuevas exigencias o solicitudes en los sucesivos tiempos combativos a los que se tiende.



En la fase de intercambio combatiremos con acciones constantes en las que la acción y reacción serán continuas, alternando defensas y ataques en modelos de alta simultaneidad. En esta fase es fundamental mantener las cualidades exigidas en la fase previa, pero adaptadas a una estructura de acción bien distinta.


Este escenario demandará, con cierta intensidad y posible duración, una gran velocidad mantenida de acción, estando la resistencia en los primeros puestos de la jerarquía de importancia en lo relativo a las cualidades fundamentales. Será esta resistencia la que establezca, de un modo bastante significativo en esta fase de intercambio, los límites de tiempo en los que se podrá ejercer algún tipo de superioridad distintiva entre uno y otro luchador, límites que determinarán una finalización en esta fase, o una transferencia a la siguiente fase de unificación, lo que en otras disciplinas luchatorias se denomina clinch.


En esta fase de intercambio, todos estos elementos se mostrarán técnicamente en términos de defensa, precisión en las acciones de golpe, control de la distancia, simultaneidad defensiva/ofensiva, primando en otros parámetros diferentes de uso y de aplicación las cualidades y manifestaciones técnicas heredadas de la fase anterior (evitación o fuga).



El encuentro cuerpo a cuerpo, es decir, la fase de unificación o penetración, es el resultado de un proceso continuo de acortamiento de distancias que nos llevará al escenario de mayor riesgo permanente en términos luchatorios. En la distancia de unificación, a la que habremos llegado de forma circunstancial, o por decisión de oportunismo táctico, todo el escenario cambia radicalmente. Es el momento de la fuerza y el equilibrio sumado a todos los elementos anteriores en otros rangos de manifestación.

es fundamental mantener las cualidades exigidas en la fase previa

Dada la carga de solicitudes de este momento combativo, así como la dificultad que entraña detectar acciones que, por tiempo y por espacio, escapan a nuestras posibilidades de respuesta visual reactiva, es uno de los escenarios finales más complejos y arriesgados del combate.


En este momento se limita en gran medida lo que vemos por falta de perspectiva visual, También, la ausencia de espacio o distancia entre los luchadores reducirá significativamente el marco de tiempo en el que se desarrollan las acciones, lo que complica una respuesta inmediata óptima en términos de acción/reacción.


Este déficit se subsanará en cierto grado gracias al contacto físico mantenido con el oponente que, gracias a nuestra sensibilidad sobre este sentido, nos facilitará una gran parte de la información reactiva del momento en el que estamos. Será la calidad de nuestro entrenamiento en términos de escucha, adherencia, control del centro, alineamiento y mantenimiento de llenos y vacíos, la que nos aporte un nivel informativo óptimo para enfrentarla.


Estos tres momentos pueden sucederse en sentido inverso y tener una duración indeterminada en cada caso. Por este motivo, el entrenamiento debe abordar, no solo cada uno de ellos por separado, sino también el conjunto de situaciones en diferentes modelos tácticos que integren múltiples direcciones de desarrollo, en diferentes puntos de inicio y con múltiples opciones de duración.


Por todo ello, el entrenamiento funcional del luchador con un enfoque holístico, debe optimizarse y planificarse teniendo en cuenta las diferentes exigencias de cualidades intensidades y contextos relativos a cada momento combativo al que deberá hacer frente en el transcurso de la lucha.




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