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Bases para entrenar el equilibrio. Parte 1


En la práctica marcial y en la de defensa personal hablamos habitualmente de la importancia de mantener intacto nuestro equilibrio.


Para entrenar esta habilidad, para mejorarla y optimizarla, tenemos que conocer primero qué elementos lo comprometen y hacia dónde podemos fijar nuestros objetivos de entrenamiento.


Podemos diferenciar inicialmente dos contextos diferentes de desequilibrio:

1. Desequilibrio por rotura de la estructura física de soporte debido a fuerzas físicas externas. 2. Desequilibrio por reducción de nuestras facultades internas para mantener el mismo (mareo, vértigo, etc.) al estar sometidas a impactos, condiciones de estrés extremo, falta de visibilidad, etc.


Estos pueden ser algunos de los signos y síntomas a los que nos referimos:

- Sensación de movimiento o vueltas (vértigo) - Sensación de aturdimiento o desmayo (presíncope) - Pérdida del equilibrio o inestabilidad - Sensación de estar flotando o mareos - Cambios en la visión, como visión borrosa - Desorientación Existen algunas situaciones personales en las que partimos con ciertos déficits para garantizar correctamente este equilibrio necesario para la autodefensa. Estas causas pueden deberse a:

1. Problemas articulares, musculares o de la vista. La debilidad muscular y las articulaciones inestables pueden contribuir a la pérdida del equilibrio. Los problemas de la vista también pueden causar inestabilidad.

2. Problemas vestibulares. Las anomalías en el oído interno pueden causar la sensación de que la cabeza flota o pesa, e inestabilidad en la oscuridad.

3. Lesión a los nervios de las piernas (neuropatía periférica). Las lesiones pueden generar dificultades para caminar.

4. Medicamentos. El desequilibrio puede ser un efecto secundario de ciertos medicamentos.

5. Ciertas enfermedades neurológicas. Entre ellas, la espondilosis cervical y la enfermedad de Parkinson.

Debemos tener en cuenta estos supuestos antes de iniciar el entrenamiento ya que deberíamos adaptar el mismo a nuestras condiciones particulares.


Teniendo en cuenta estos elementos, podemos fijar tres líneas de objetivos principales para entrenar nuestro equilibrio:

1. La primera es desarrollar nuestra capacidad estructural para contrarrestar los empujes recibidos, desviarlos o absorberlos sin caer, tropezar o perder el equilibrio.

2. La segunda es controlar los efectos adversos que complican nuestro potencial de mantener el equilibrio. Falta de visibilidad, estrés, impactos recibidos, etc.

3. La tercera es enfocar correctamente nuestro entrenamiento incluyendo cualquier elemento previo relativo a nuestra salud que necesite ser ajustado, o que nos obligue a aceptar déficits que condicionaran determinado usos tácticos para cada situación. Veremos cada uno de estos modelos en las siguientes entradas de esta serie.

El punto de partida comenzará teniendo en cuenta los dos extremos de este conjunto, la estructura física adaptada a nuestra condición personal especial.

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