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Enseñar y aprender en el grupo



Cualquier modelo de entrenamiento debe tener una filosofía de base en la que cimentar sus propuestas de acción. Programar, definir y estructurar las progresiones que se pretenden debe ir acompañado de un grueso conjunto de matices que el entrenador, técnico o maestro deben contemplar en su estructura formativa.


Hablamos siempre en términos pedagógicos cuando nos referimos al proceso de enseñanza. Sin embargo, en el ámbito de las artes marciales, la pedagogía no abarca la suficiente funcionalidad como para garantizar la calidad de un asunto tan complejo, un proceso que conlleva adaptaciones biológicas y psicológicas absolutamente específicas e individualizadas sujetas a cada momento sensible individual y colectivo.


La realidad de la formación en las escuelas de artes marciales es grupal, es decir, abordamos un proceso formativo para un conjunto de personas, que responden a las propuestas de forma diferente según su momento sensible, sus capacidades y el nivel de conocimientos específicos y generales que tienen.


Algunos alumnos requieren una racionalización más completa del proceso que otros. El perfil del alumno es tan diverso que resulta harto difícil, cuando no imposible, definir un método matemático para generar un avance similar continuo en todo el grupo.


Hablamos de «arte» marcial por algo. Además de los aspectos puramente técnicos, el «arte» conlleva un proceso de transformación interior constante, que sucede mientras el alumno interioriza procesos, comprende conceptos, desarrolla cualidades y genera expectativas diferentes de progresión.


La tarea formativa no puede estar sujeta a un sistema o modelo estrictamente estructurado, con líneas de tiempo inmutables o con parámetros de nivel equivalentes entre todos los participantes del grupo de aprendizaje. Debe ser flexible dentro de un guion general de progresión que contemple todas estas peculiaridades y altamente adaptativo desde parámetros de intervención ágil, inmediata y precisa.

La realidad de la formación en las escuelas de artes marciales es grupal

Por este motivo, el profesor o maestro debe desarrollar su labor formativa adaptando los fundamentos de ese programa, o guion de avance, según su precisa observación. Esta observación constante, sincera y llena de conocimiento es la única garantía inicial de que el proceso se enfoque desde la dirección correcta desde el principio. Es, a su vez, lo que certifica y propone los cambios de modelo que debe ir aplicando según avanzan y se perfilan las aristas del aprendizaje artístico del alumno.



De toda la información que se vuelca en una sesión de entrenamiento, una parte posiblemente no llegue a ningún cerebro de los presentes, otra no llegue a ninguna estructura neuromuscular y otra, quizá en demasiadas ocasiones, no llegue al corazón del artista, practicante o estudiante.


Cada definición nos encasillará injustamente en una fase del periodo que debe ser también mutable como el propio proceso de evolución natural de cualquier organismo vivo. El avance en la calidad, comprensión e interiorización del arte dependerá, en gran medida, de un nivel de comunicación maestro/alumno cada vez más profundo, más sincero, más comprensivo y comprometido por ambas partes.

el «arte» conlleva un proceso de transformación interior constante, que sucede mientras el alumno interioriza procesos, comprende conceptos, desarrolla cualidades y genera expectativas diferentes de progresión.

No estamos ante un proceso de emisión y recepción. La formación en las salas de entrenamiento ocurre en red, es decir, hay una emisión, pero múltiples modulaciones e interacciones que construyen un cuerpo de conocimiento mucho más profundo, diverso y específico. Por este motivo, la interacción entre los alumnos, tanto infantiles como adultos, facilita la difícil tarea de diversificar los patrones formativos que se pretenden exponer en el marco de una simple sesión de entrenamiento.


Para que esto ocurra, el profesor debe observar y asistir en su justa proporción a todos y cada uno de los implicados en la sesión de entrenamiento. Debe hacerlo resaltando potenciales, fijando modelos, estableciendo cuestiones y facilitando vías que permitan que el alumno descifre la parte del camino que le corresponde.


Toda esa información específica e individual comenzará a fluir entre compañeros dentro de la propia interacción de práctica natural en cualquier centro de formación marcial tradicional. Si algo hay que demande cualquier forma artística es, entre otros factores no menos importantes, la capacidad de expresar lo que se va entendiendo. Es el profesor el que lo promueve a base de repetir y consolidar aquello que se siente desde una perspectiva técnica acertada de ejecución. Pero, además de esta tarea del docente, también es fundamental que el alumno comparta estas comprensiones con otros compañeros, enriqueciendo con ello los matices cada segmento de la experiencia.

La formación en las salas de entrenamiento ocurre en red.

Todo es experiencia, práctica repetitiva, análisis certero y voluntad de progreso. El profesor dirige todo este proceso, pero articula un gran volumen de apartados individuales para que sea la propia red del alumnado la que genere el meta campo de conocimiento. Este conocimiento en red, fluyendo entre experiencias individuales y compartidas, será el que nutrirá, de una forma u otra, a todos los asistentes, incluido por supuesto al maestro, receptor indiscutible de todo este rico trasfondo de elementos. Cualquier enriquecimiento de la experiencia docente del maestro retornará de nuevo al marco de la experiencia continuada de aprendizaje de todo el grupo.


Por este motivo, testear la práctica desde un simple método pedagógico es un error, común pero subsanable, de algunos enfoques de enseñanza del arte. El arte, además de enseñarse, se vive, se experimenta y se expone frente al grupo. También se torna él mismo en proceso de progresión y en fuente de inspiración y experiencias profundamente personales. Asistir todo este proceso no puede parametrizarse en términos digitales, debe vivirse intensamente entre todos los participantes de cada momento excepcional que conforma cada fase del aprendizaje.

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