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ESTIRAR EL CUERPO ¿CÓMO Y PARA QUÉ? PARTE 3


En el orden de trabajo de los estiramientos de nuestra escuela conjugamos la primera fase de movilización y activación articular con la fase de estiramientos estáticos según las recomendaciones detalladas anteriormente. La siguiente fase cumplirá la función de dinamizar estas estructuras combinando el trabajo dinámico lento y progresivo de estiramiento con el trabajo dinámico ágil, estimulado por movimientos que se acercan a velocidades de práctica óptimas. Finalizadas estas fases, toda la estructura está perfectamente preparada para asumir las siguientes fases del entrenamiento.


La mecánica del ejercicio de estiramiento estático debe ser simple, mantenida y sin grandes exigencias que puedan comprometer la estabilidad de toda la estructura. La mecánica de los ejercicios de estiramiento dinámico cumple estos mismos requisitos de simpleza. Sin embargo, también tienen el objetivo, un poco más complejo, de aproximar la estructura a una mayor velocidad de movilización en los ángulos naturales de cada segmento articular. Con esto se busca, a través de las sensaciones de tensión y relajación de los grupos musculares (tendones, ligamentos y nervios incluidos) recogidas durante el estiramiento estático, un determinado control sobre la contracción limitante dentro del movimiento.


A veces se entienden estas acciones de activación como simples rebotes, algo que es un error y que no implica necesariamente una respuesta inmediata del reflejo de contracción o miotático. Se trata de modularlo progresivamente estableciendo en cada momento un control voluntario sobre él.


En comparación con los ejercicios de elongación, los de estiramiento resultan simples a nivel estructural, tal y como citábamos al principio. Sin embargo, en la práctica de los ejercicios destinados a generar progresivamente una mayor amplitud de movimiento, la complejidad de las estrategias se incrementará de forma considerable al entrar en juego los numerosos mecanismos vinculados a los reflejos de inhibición autónoma, de inhibición recíproca de grupos antagonistas, de vibración, o los de tacto y fricción, cuya solicitación es tan común en las artes marciales chinas.

Hasta ahora hemos visto algunos objetivos del trabajo de estiramiento y de los trabajos para el desarrollo de las capacidades básicas de elasticidad y flexibilidad. Estos dos elementos determinan la capacidad de elongación de los diferentes segmentos articulares del practicante. También señalábamos los condicionantes naturales o de práctica sobre la capacidad inicial y de desarrollo de estas cualidades.


Veamos ahora cómo se configura la estructura músculo esquelética en términos de contracción y de relajación para comprender desde dónde parte la filosofía del entrenamiento para su mejora y hacia dónde nos proyecta un trabajo debidamente organizado.



Toda nuestra movilidad depende de una conjunción de funcionalidades de los diferentes sistemas de nuestra anatomía. No podemos aislar nuestra funcionalidad simplemente en términos musculares, óseos o articulares. Necesitamos introducir otros elementos de gran implicación en las características generales de nuestra movilidad. Insistimos en esto porque se suele poner mayor énfasis en el análisis de los diferentes grupos musculares, ya que es en estos tejidos donde se refleja, en última instancia, una parte importante de nuestra limitación en los ángulos extremos de nuestro movimiento articular.


Comenzaremos por ver cómo funciona toda esta dinámica contráctil y de relajación en los tejidos musculares a través de un viaje inverso en el conjunto de los elementos anatómicos relacionados con el tema en cuestión.


Nuestro cuerpo dispone de una gran cantidad de músculos diferentes con estructuras distintas relacionadas directamente con su funcionalidad fisiológica o anatómica. Podemos hablar de tres grandes tipos de músculos:


· La musculatura cardiaca

· La musculatura lisa

· La musculatura esquelética


Todos ellos comparten un orden descendente en su estructuración que va desde la evidente bolsa muscular reflejada en los volúmenes externos de nuestro cuerpo, hasta las proteínas de base que los forman. Su activación puede ser autónoma (nunca se detienen), voluntaria (controlada por la persona), involuntaria (dependen del sistema nervioso central SNC) o mixta (interviene el SNC o la persona directamente). Todas estas posibilidades de activación responden a una serie de necesidades fisiológicas y están relegadas a la funcionalidad química de la propia reacción contráctil o de relajación. Veamos esto con más detalle.



Nuestros músculos se organizan en orden descendente en bolsas de fibras musculares que, a su vez, en un modelo de embolsamiento tubular denominado sarcolema, contienen en su interior una serie de fibras menores denominadas miofibrillas. Estas miofibrillas, siguiendo el mismo patrón descendente, están formadas por haces de miofilamentos cuya estructura está formada por bandas superpuestas de dos tipos de proteínas, la actina y la miosina. Cada molécula de estas proteínas está compuesta por cuatro cadenas ligeras y dos cadenas pesadas. Están organizadas, como decíamos antes, en bandas superpuestas que, en estado de relajación, apenas se cubren unas a otras y, en estado de contracción se aproximan hasta una superposición casi completa. A estos espacios de superposición se le denominan bandas.



En última instancia, este es el eje de la contracción muscular. Se orquesta a nivel químico produciendo transformaciones en las polaridades iónicas de estas proteínas por medio del ATP (Trifosfato de Adenosina), el calcio y el magnesio.


El impulso nervioso y la presencia o ausencia de estas sustancias gestiona como un interruptor la contracción o la relajación obedeciendo al movimiento de acercamiento o alejamiento de ambas estructuras proteicas. Lo hace al liberar el componente químico acetilcolina. La presencia de acetilcolina produce la liberación de iones de calcio. Al finalizar el impulso nervioso, el calcio reingresa en el músculo y la miosina se despega de la actina generando lo que entendemos como relajación muscular.


Resulta evidente que, para el practicante de cualquier método de elongación, estas explicaciones no aportan mucho material práctico, excepto en la comprensión de que deben existir niveles suficientes de estas sustancias para que todo el proceso ocurra con normalidad. Por otra parte, la gestión del acto de contracción y de relajación está gobernada por el sistema nervioso que obedece igualmente a parámetros autónomos involuntarios, pero también puede responder a parámetros voluntarios decididos por la misma persona.


Este es el eje del trabajo de elongación. La filosofía del entrenamiento enfocado a aumentar la amplitud de movilidad articular debe tener en cuenta, sobre todo, esta característica de desarrollo de potencial de acción voluntaria sobre los grupos que se pretenden trabajar. En la próxima, y última, entrada de esta serie veremos algunos  detalles sobre el entrenamiento óptimo de la amplitud de movimiento teniendo en cuenta todos estos elementos. 

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