Finalizamos el primer Combat Play Camp de Fluxus 2024
Las dos semanas de intenso entrenamiento del Combat Play Camp han concluido. Desde que comenzamos el periplo de este interesante proyecto infantil, no hemos parado de indagar y descubrir muchos de los enigmáticos territorios del combate armado en entornos cerrados.
Desde el juego y con unas armas de juguete (Nerf y Xshot) hemos podido utilizar con fines pedagógicos toda la disciplina que engloba este apartado del combate. Gamificar algo tan aparentemente violento como es la lucha armada puede parecer inusual, cuando no contrario a muchos discursos imperantes en nuestra sociedad actual. Como bien cita el escritor romano del siglo V, Flavio Vegecio, en su obra Epitoma Rei Militaris: "El que desea la paz, que se prepare para la guerra" (Igitur qui desiderat pacem, praeparet bellum); solo desde la realidad que nos muestra esta preparación, se puede comprender la dimensión brutal de lo que significa un conflicto bélico, sobre todo si accedemos a esta experiencia desde una guía inteligente y bien argumentada.
La guerra no es deseable, es simplemente abominable, pero es una realidad que ha estado presente a lo largo de toda la historia del ser humano. Olvidarla es, sin duda alguna, una forma inmejorable de llamarla de nuevo a nuestras puertas. Es preciso ver en qué consiste, qué tiene de juego lo que hacemos y qué terrible es cuando ocurre de verdad.
Nuestros jóvenes suelen explorar este contexto sin ninguna guía, sin ninguna persona que les advierta de los riesgos, de la realidad del asunto. Los dejamos a solas en su habitación explorando este escenario con personas que desconocemos, a través de los múltiples juegos de guerra online a los que cualquiera puede acceder en la red.
Nuestro proyecto quería traer de nuevo a la palestra los juegos de infancia que todos los que tenemos más de 40 años hemos vivido en nuestras calles. Juegos en los que hacíamos grupos, establecíamos jerarquías de acción, construíamos armas y nos enfrentábamos desde posiciones no siempre adecuadas. ¿Quién no ha hecho un tirachinas, un arco o lanzado piedras y palos cuando la situación se tornaba demasiado real con algún que otro chichón en la mochila del recuerdo?
Ese entorno tampoco era óptimo, puesto que carecía de guía, de entorno de reflexión y de fundamentación en los valores que alejan al ser humano del conflicto. Sin embargo, la crudeza de la realidad a pie de calle solía hacernos ver lo complicado del asunto y los riesgos que realmente se corren cuando uno se despista más de lo que debe.
En el ámbito de las artes marciales estudiamos la guerra en profundidad, sus causas, sus exigencias y los resultados terribles que acarrea a las personas, tanto militares como civiles. Vivimos banalizando esta realidad desde el cine, las redes sociales, los videojuegos o tratando guerras reales como si se tratara de un reality show que nos pilla siempre más lejos que cerca a través de la toxicidad de la televisión comercial.
La guerra no es deseable, es simplemente abominable, pero es una realidad que ha estado presente a lo largo de toda la historia del ser humano.
El proyecto del Combat Play Camp ha consistido en volver al entorno lúdico de la batalla infantil tal y como la vivimos nosotros, pero con una guía real, de forma segura y con armas de juego y protecciones que permitan explorar y preparar la acción para comprender plenamente sus riesgos. La realidad es siempre más ilustrativa que cualquier explicación racional que nos esforcemos por regalar, sobre todo a oídos cada vez más insensibles a nuestras historias incoherentes. Dar por hecho que podemos enfrentarnos a alguien armado sin recibir un disparo o que podemos arrebatarle el arma a alguien que nos apunta a la cabeza son, entre otras muchas situaciones que hemos estudiado, errores peligrosos que no podemos dejar que se asienten en la mente de los que tomarán el testigo de nuestra acción humana.
Jugar es una preparación para la vida, también es un foro de ideas en el que poder desarrollar un programa multidisciplinar de aprendizaje; un formato increíble para mostrar con ejemplos vivos indiscutibles lo que no es correcto o lo que significa dar un paso hacia una espiral que crecerá en violencia, peligro y daños, algo que debemos evitar siempre que podamos. Hemos trabajado desde esa idea utilizando múltiples variantes y escenarios adaptados al mensaje que queríamos transmitir.
Para ello hemos disfrutado estableciendo las formaciones de combate o los códigos manuales que guían la comunicación inaudible de los comandos. Hemos trabajado acciones de camuflaje, de colaboración y de localización y fijación de objetivos, discriminando lo que es importante respetar y tomando decisiones constantemente sobre todo lo que iba mutando. Todo esto, en los videojuegos a los que algunos de nuestros hijos e hijas acceden en solitario, aparece desdibujado, sin consecuencias y sin someterse a los valores y la ética que nos hace humanos y trascendentes.
Es preciso enseñar y mostrar la realidad de estas situaciones, las repercusiones y consecuencias que tiene una falta de responsabilidad cuando se trata de respetar y proteger la vida de las personas. Jugar es aprender y jugar a la guerra es comprender jugando que no queremos que esta ocurra nunca de verdad. Lo hemos hecho enseñando tácticas y estrategias que, como si de un tablero de ajedrez se tratara, ha exigido razonamiento, aprendizaje, memorización y coordinación.
La forma de desplazarse, las habilidades de acción y la preparación física funcional para estos contextos, han sido áreas de práctica en las que hemos podido constatar que nuestros jóvenes entienden perfectamente de qué trata todo esto, de por qué es importante estar preparados y ser fuertes cuando la situación se torna oscura y peligrosa. Han comprendido el riesgo de la asimetría en el combate y la necesidad de unirse con armonía e inteligencia para hacer frente a la injusticia, en especial cuando esta se nos presenta con violencia y de forma inesperada.
Algunos de los escenarios que hemos explorado lo han sido en condiciones de poca o nula visibilidad, afinando los sentidos que toman el relevo cuando las circunstancias anulan o limitan una parte de lo que podemos hacer habitualmente. Han comprendido y definido los espacios en los que esto ocurre, por qué ocurre y a quién corresponde arrogarse estos enormes riesgos, que normalmente asumen nuestras fuerzas y cuerpos de seguridad, autoridad imprescindible para sostener la sociedad pacífica y segura que queremos para nosotros y para nuestras familias y semejantes.
Hemos disfrutado enseñando, mostrando, preparando y entrenando a nuestro primer grupo de pequeños guerreros, a los que hemos despedido con signos de añoranza y con todo el recuerdo lleno de momentos felices, complejos y también muy ilustrativos. Esperamos que toda nuestra voluntad de paz, amor, cordialidad y respeto haya quedado firmemente latente en todas y cada una de las sesiones de nuestro CPC 2024. Creemos que ha sido así y desde ese sentimiento y la satisfacción que nos reporta a todos los organizadores, estamos completamente convencidos que ha merecido la pena.
Enhorabuena a tod@s por vuestro gran trabajo, por vuestra paciencia y por esa actitud que nos llena siempre de esperanza para los tiempos que están por venir.
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