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Manos de Judo y pies de danza


Imagen del libro Because of judo

El escenario de la marcialidad sigue transformándose año tras año. La sociedad demanda novedades y las modalidades, estilos, federaciones y organizaciones en general, hacen esfuerzos por dar respuesta a estas demandas. El objetivo es siempre el mismo, mantener vivo el legado, evitar que pierda sentido o que desaparezca.


Sin embargo, los derroteros que están tomando muchas vías excesivamente populares siguen ahondando en los mismos errores, repitiendo las mismas premisas equivocadas y obviando lo que los grandes maestros nos transmiten desde su experiencia vital sobre la práctica.


El agotamiento de un modelo en un marco social determinado no significa que el corazón de lo que se desarrolla deba cambiar. Los principios fundamentales del arte son inmutables, no se transforman, son el resultado de un proceso de ensayo y error milenario en el que se han descartado algunas cosas y se han mantenido otras. Esta esencia fundamental es el alma común de las diferentes disciplinas marciales que conocemos hoy en día.


Muchas de las nuevas incorporaciones al espectro combativo no han mantenido estos elementos con la suficiente vitalidad como para evitar el deterioro, un deterioro inevitable que supone un modelo centrado en un único aspecto del conjunto de elementos interdependientes que conforman lo que podemos llamar un «arte marcial».

Las fotos de la entrada y su título son un claro ejemplo de uno de los detalles menos comprendido del entrenamiento: su dureza.


Hemos confundido en muchos casos el concepto de entrenamiento duro con entrenamiento lesivo. El cine tiene mucha culpa de todo esto y ahora, en plena expansión digitalizante, las redes sociales toman el relevo y acentúan al máximo estos desequilibrios que poco o nada tienen que ver con la esencia de la práctica.

son el resultado de un proceso de ensayo y error milenario en el que se han descartado algunas cosas y se han mantenido otras

Entrenar duro no es asumir las lesiones. En mis más de 30 años de práctica ininterrumpida, tanto en artes marciales chinas, como en otros sistemas en los que también he transitado, me he roto de todo. Tendones, ligamentos, huesos, músculos, piel, etc. Crecí en el marco de un enfoque en el que las lesiones eran la parte amarga, pero necesaria, de un entrenamiento real, un entrenamiento que daba la cara a la realidad de un combate. Mi etapa competitiva incrementó este repertorio de lesiones hasta el punto de que tuve que dejar de competir después de que algunas me sentaran casi definitivamente (esto es literal).


Da igual todos los años de práctica que llevemos a nuestras espaldas. Si el día en que necesitamos defendernos estamos con muletas, collarín o con un cabestrillo, todo habrá sido en vano. Todo ello resulta tan evidente que desconcierta bastante que lo pasemos tanto por alto.


Esta reminiscencia estúpida y mantenida en el tiempo, es hasta cierto punto lógica dentro de la propia narrativa adjudicada a la vía. «El precio del dolor», «sin dolor no hay victoria», «sufre ahora para no sufrir luego», etcétera, son solo algunos de los eslóganes que vemos constantemente en las redes, en el cine y en la publicidad en general.

Olvidamos una premisa fundamental al margen de cualquier consideración: la salud sigue siendo lo primero.


Reflexiono abiertamente sobre este tema porque me ha impactado sobremanera esta noticia sobre la operación realizada al luchador ruso Myrza Bek Tebuev en la que le rompen el cráneo en un combate deportivo. El documento es bastante gráfico Ver aquí, aunque no solo me ha impactado por su crudeza y por el riesgo que ha corrido este magnífico luchador. Me ha sorprendido mucho la naturaleza de los comentarios que muchos han dejado en las redes sobre el hecho en sí, algo verdaderamente alarmante.


¿Es lógico asumir este tipo de riesgos? ¿De verdad alguien piensa que las artes marciales van de esto?, ¿son asumibles este tipo de riesgos?, ¿esto supone algún tipo de adaptación, preparación o aprendizaje?


Vamos por partes. La practica marcial tiene un enfoque potencialmente combativo, es indiscutible. Pero una cosa es prepararse para la lucha y otra es entrenar como si todos los días estuviésemos en una situación de vida o muerte. Muchos de los estilos que conocemos requieren una adaptación física muy prolongada antes de poder aumentar la intensidad de ejecución de sus propuestas técnicas.


La mayoría de las lesiones en el entrenamiento no son realmente por accidentes, son por no mantener las bases fundamentales de la práctica en su orden de seguridad, coherencia y proporcionalidad. Son muchos los factores que nos llevan a este desastre continuado. El primero de ellos está ligado a la competitividad y, como no, a nuestro ego: es la prisa.


Tenemos prisa por abrirnos de piernas, prisa por aguantar esto o aquello, prisa por golpear con fuerza, prisa por lanzar a nuestro compañero contra el suelo o de sentir las sensaciones puras de la lucha. La culpa no es de nadie, es el mensaje que recibimos desde que nacemos en esta sociedad uniformemente acelerada.


La prisa, o la falta de paciencia, es un eje de toda esta problemática, pero ¿de dónde nace esta prisa? Básicamente de una cultura basada en la oferta y la demanda. Basta ver cómo ha evolucionado la logística de los grandes centros de venta mundial para entender que nuestra sociedad no quiere esperar. Quiere pagar y obtener inmediatamente lo pagado.

una cosa es prepararse para la lucha y otra es entrenar como si todos los días estuviésemos en una situación de vida o muerte

La práctica tradicional no va de esto. Va de aprender a luchar, pero sin exceso, sin prisa, con paciencia y mesura. Va de entender que el compañero de entrenamiento no es un oponente, es un ayudante al que nosotros ayudamos también de forma cordial y proporcional. Va de confiar en el maestro y de insistir en los detalles por encima de pretender cualquier forma de velocidad descoordinada. Va de unificar la intención con la acción, sin que medie ningún tipo de interferencia inoperante o de pensamiento que dificulte una reactividad natural oportuna.


La práctica marcial es un camino de vida, una vía para vencer a aquello que pretende destruirnos, a aquello que invade nuestra seguridad o que destruye aquello que somos en esencia. Filosofía y valores forman parte del conjunto, no es preciso romperse a diario para comprobar todas y cada una de las propuestas. Hemos llegado a un punto en el que alguien sin el más mínimo nivel de comprensión ni de adaptación discute la eficacia de una técnica por el mero hecho de que no es capaz de hacerla.



Invalidamos lo complejo desde la perspectiva del simple, creyendo que solo lo simple funciona. Basta echar un vistazo a estos campeonatos para comprender que esto no es realmente así. Solo funciona aquello que se efectúa o realiza con verdadera maestría. Esta maestría solo se logra en el entrenamiento a largo plazo, continuado, comprendido, con sentido y moderación. Es una forma de estudio que no requiere romperse nada, tan solo debemos romper la prisa, la ignorancia y una imagen que poco o nada tiene que ver con nosotros.


Entrenar es fortalecerse, comprender, progresar escalón a escalón, bajarlos cuando vemos que hemos ido muy deprisa, o acelerar un poco cuando las circunstancias nos lo exigen. Entrenar es adaptar el cuerpo, calentarlo correctamente, relajarnos y excitarnos ocasionalmente, es aprender a mantener la homeostasis interna y externa en cualquier situación de máximo estrés. Es respirar correctamente, comprender la funcionalidad natural de nuestro cuerpo, su potencial o su necesidad de descanso y de recuperación.

Todo esto son las artes marciales.


Su dureza no es romper una platanera hasta que nuestra tibia salga por encima de la piel. No es comprender a base de roturas, esto solo ocurre cuando no hemos aceptado aún que nuestro bien más preciado es nuestro cuerpo, un cuerpo que debemos mantener saludables para que podamos transitar la vida verdaderamente seguros.

debemos romper la prisa, la ignorancia y una imagen que poco o nada tiene que ver con nosotros

Aprender y practicar artes marciales va dirigido a tener una conciencia muy profunda sobre los fundamentos, tanto de la vida como de las técnicas. Esto es algo que solo podemos lograr con insistencia, duración y moderación en el estudio. Solo así desarrollaremos la capacidad de integrarla contextualmente, de estar lo suficientemente plenos para poder configurar cada momento combativo en particular si la situación se nos presenta.


Mientras hacemos ese proceso, crecemos interiormente. Nos volvemos más pacientes, más precisos, más conscientes de todo lo que somos y de todo lo que nos rodea. Cuando lo hacemos en un marco de valores, de respeto y de humanidad, todo el conjunto cobra un nuevo valor, un nuevo sentido y una visión holística de un arte mucho más complejo y pleno de lo que pensamos.



Romperse los dedos, entrenar con dolores, correr riesgos en el entrenamiento es innecesario, es el fruto de hacer mal las cosas, de tener prisa y de querer ser algo que en ese momento en concreto no somos. Debemos apostar por seguir operativos, funcionales, sanos y felices hasta el final de nuestra vida. Un buen entrenamiento marcial puede ayudarnos a ello.


Para sintetizar toda esta reflexión, te dejo 5 ideas clave sobre las que puedes reflexionar para hacer que tu práctica sea más plena en todos los sentidos.


1. Adapta tu cuerpo para las funcionalidades que le vas a exigir. Es preciso que desarrolles tu máximo potencial en cualidades y habilidades a través de un entrenamiento que cumpla los principios fundamentales del entrenamiento deportivo:


a. Principio de participación y consciente del entrenamiento, por el cual se determina que el deportista debe conocer por qué y para qué entrena.

b. Principio de progresión. Consiste en el incremento gradual de las cargas del entrenamiento en base a su: naturaleza, orientación, complejidad, volumen, intensidad, densidad, dinámica o duración.

c. Principio de la especialización, para generar las adaptaciones morfológicas y funcionales en relación con la disciplina.

d. Principio de la especificidad, que marca que los efectos son específicos dependiendo del estímulo que se utilice en el entrenamiento y sobre los objetivos hacia los que se dirige.

e. Principio del desarrollo multilateral, en el que se pretende evitar la especialización prematura que compromete al conjunto de desarrollo.

f. Principio de individualización. Cada personas es única y responde de forma diferente a un mismo tipo de entrenamiento.

g. Principio de variedad. Debemos variar los estímulos para garantizar la progresión adaptativa y evitar el estancamiento post adaptativo.

h. Principio de modelado del proceso de entrenamiento, por el que el entrenamiento debe incorporar los elementos naturales que se dan en la disciplina en su exigencia final de rendimiento (competición o, en nuestro caso, combate real).

i. Principio de durabilidad o de entrenamiento a largo plazo. El enfoque cortoplacista del entrenamiento compromete el futuro saludable del desarrollo.

j. Principio de continuidad y reversibilidad. Los logros obtenidos por un buen modelo de entrenamiento pueden perderse si no se mantiene la línea de progresión y mantenimiento de lo logrado.

k. Principio del calentamiento y vuelta a la calma. El calentamiento debe preceder a cualquier actividad física con el fin de aumentar la temperatura corporal, así como la frecuencia cardiaca, el ritmo respiratorio y concentración. La vuelta a la calma debe ser la base de la recuperación activa del entrenamiento.


2. Establece tu marco de desarrollo en el nivel y con los contenidos que te corresponden dentro del programa de entrenamiento.


3. Disfruta el proceso de progresión y confía en la guía de tu maestro para que tu avance sea proporcional y constante.


4. Ejercita los valores de la disciplina constantemente en cada sesión. Es más importante el trato que vas a darle a tu compañero que cualquier idea de superioridad que puedas albergar frente a él. Cultiva tu espíritu, tu carácter y tu conducta.


5. No examines constantemente tu técnica, tan solo analiza las sensaciones que tienes al hacerla y avanza desde lo simple a lo complejo, de lo lento a lo rápido, desde lo sensitivo a lo intuitivo, desde lo memorizado a lo espontáneo, desde lo conocido hacia lo desconocido, desde tus capacidades hacia los límites, desde lo suave a lo fuerte, desde lo general a lo específico, desde lo específico a lo sinérgico, desde lo físico a lo mental y desde lo externo hacia lo interno.


Aunque son solo cinco puntos, cada uno de ellos merece un análisis más detallado de cada uno de los elementos que los componen. Seguiremos hablando en otros posts sobre todo esto.


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