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Manteniendo la anormalidad federativa



No podemos culpar a nadie de que las artes marciales chinas estén como están en nuestro país. Los problemas que atañen a nuestro colectivo son fundamentalmente nuestros. En España se da la circunstancia excepcional de que las artes marciales chinas no alcanzan a tener una federación deportiva propia que ampare su amplio espectro deportivo y, lo peor de todo, parece que es tarea imposible dada la situación actual de división.


Y me refiero al espectro deportivo como a una parte no representativa en términos generales. No podemos olvidar que hablamos de un conjunto de sistemas artísticos, de autodefensa y deportivos cuya globalidad está mucho más allá de las peculiaridades de sus muchas modalidades de práctica exclusivamente deportiva (Sanda, Wushu deportivo, etc.).


Esta circunstancia excepcional radica en el hecho de que, por un lado, la Real Federación de Judo y «deportes asociados» recoge como una “especialidad” suya al Wushu y, por otro lado, la Real Federación española de karate y disciplinas asociadas recoge también como «especialidad» al Kung Fu, como si ambas definiciones se refiriesen a colectivos diferentes.


Esta aberración administrativa y lingüística nos pone frente a un panorama desolador para el apartado deportivo de las artes marciales chinas, pero también al resto de apartados de tipo cultural, funcional o social. Un error de interpretación que separa el Wushu y el Kung Fu como si fuesen dos “especialidades” diferentes de actividades deportivas japonesas que no guardan relación directa entre ellas.


¿Podríamos entender que el Judo, el Karate, el Aikido o el Kendo, por ejemplo, estuviesen en una única Real federación de artes marciales japonesas?, ¿o unas como especialidades de las otras? ¿Sería esto aceptable por alguien de estas organizaciones? Esta es una cuestión interesante que podría debatirse en los mismos términos que le ocupan y preocupan al Wushu, sobre todo si el foro final respondiese a algún tipo de lógica racional, algo dudoso según lo visto hasta ahora.


Lo que no es entendible, ni debería aceptarse por parte de ningún practicante de artes marciales chinas, tanto tradicionales como de cualquiera de sus modalidades deportivas, es que el colectivo esté dividido en dos federaciones japonesas que parecen no entender qué significa Wushu y qué significa Kung Fu (si lo entendieran estarían de algún modo reclamando la unificación de ambos grupos en uno solo, aunque es posible que ni siquiera hayan pensado en ello).


También resulta difícil de entender que un colectivo de sistemas y artes chinas muy antiguas (en algunos casos hay referencias a modelos marciales chinos anteriores a nuestra era), sean citadas como «especialidades» de sistemas deportivos japoneses creados, en el caso del judo, en el año 1882 (Jigoro Kano); o de artes marciales japonesas derivadas de los propios estilos chinos, como es el caso del Karate (hay cientos de estudios de gran rigor historiográfico que tratan sobre la influencia de las artes marciales chinas en el desarrollo del Karate).


Creo que, para cualquier practicante serio e informado de estas dos modalidades deportivas (judo y Karate), no hay ninguna duda de que cuando hablamos de artes marciales chinas no nos estamos refiriendo a una especialidad de sus respectivas disciplinas.


Y esto, tan sencillo de entender y tan lógico a ojos de cualquier profano, sigue siendo imposible de reconducir por este maremágnum de intereses particulares, irresponsabilidades colectivas, desgana, desconocimiento, incoherencia y falta de capacidad organizativa.


El origen de esta situación obedece a dos factores principales. El primero de ellos es que el colectivo de las artes marciales chinas, dada su enorme diversidad y compleja distribución, está completamente dividido respecto a la necesidad de participar o no en organizaciones que se centran exclusivamente en el ámbito deportivo.


Es lógico que los que estudian y practican las modalidades deportivas apuesten fuertemente por una organización federativa del Wushu, mientras que los que sienten las artes marciales chinas como una filosofía de vida, un entramado cultural multifactorial o un sistema de defensa personal, por ejemplo, no vean lo positivo de estar vinculados a un escenario deportivo, con todo lo que ello implica en negativo para el mantenimiento del legado cultural que representan. También hay opiniones mixtas con diferentes proporciones de ambos extremos.


Por otro lado, una parte del colectivo se ha posicionado en estas dos Reales federaciones y han asumido las circunstancias como una opción no discutible. Las propuestas de los diferentes organismos internacionales para que estos departamentos articulen un proceso de separación y de independencia deportiva de estas dos federaciones ha sido permanente, aunque no se ha hecho nada al respecto desde la representación española, pese a los compromisos adquiridos en estos términos. Llevamos más de 30 años escuchando que esto va a hacerse, no hace falta esperar mucho más para entender la realidad.


La voluntad de no perder el tren de la progresión deportiva ha hecho que muchos no entren en discutir estos asuntos y asuman una vía que les permita acceder a los circuitos deportivos internacionales. Todo es, de una forma u otra, entendible, pero difícilmente aceptable.


Es innecesario resaltar lo que nuestro colectivo les supone a estas dos federaciones en términos de licencias. Por otro lado, habría que conocer las razones por las que practicantes de Wushu siguen empeñados en alimentar proyectos exógenos. que han demostrado durante más de 30 años que no están dispuestos a apoyar ningún proceso de independización de un colectivo que lleva pidiendo esto a gritos desde el siglo pasado.


Si apoyamos desde diferentes escenarios esta aberrante situación, si no hacemos nada para definir con rigor y justicia a nuestro colectivo, no podemos culpar a nadie de ello. Si hay algún responsable en esta situación anómala somos nosotros mismos como colectivo, que somos incapaces de unirnos definiendo nuestros objetivos particulares y comunes.


Es estúpido demonizar a estas dos grandes federaciones cuando nosotros mismos no somos capaces de sentarnos y crear una vía para todos. Sería fundamental hacerlo para articular una hoja de ruta garantista que permita desarrollar un proyecto inclusivo, que garantice nuestra independencia como colectivo y el desarrollo de nuestro potencial, tanto deportivo como cultural.


Si esta futura organización se hace sin contar con todo el colectivo, manteniendo esta dinámica de intereses particulares sobre los generales, el conflicto está garantizado para siempre. Ahora es el momento de sentar las bases de la coherencia, la justicia y el futuro para las artes marciales chinas en España.


Quizá si fuésemos todos a una en una gran organización propia, tendríamos una opción mucho más interesante para apoyar a los deportistas españoles de alto nivel del Wushu. Con ello garantizaríamos planes de estudio y alto rendimiento a la altura que las exigencias deportivas internacionales están planteando en todas sus competiciones.


Es evidente que este apoyo ahora mismo no es del 100%, ni lo será por la propia lógica organizativa de estas federaciones. Nuestros deportistas con potencial competitivo sobreviven con los restos de los recursos económicos gastados en deportistas, técnicos y políticos de estas otras federaciones hegemónicas.


Sigamos expectantes y pasivos a ver si ocurre algo que nos saque de esta estúpida situación y si los intereses particulares, de una vez por todas, se posponen hasta que tengamos un foro propio en el que discutir nuestras propias problemáticas; sin alimentar los fondos de licencias de ninguna federación externa a nuestras artes marciales y mirando hacia el futuro del colectivo, no a un fugaz e intrascendente presente individual.

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