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5 FACTORES CLAVE PARA MEJORAR NUESTRO POTENCIAL DE SUPERVIVENCIA. PARTE 1



Es muy probable que pensemos que todos tenemos un instinto natural de supervivencia. Repetida hasta la saciedad, esta afirmación es un poco aventurada porque surge, a priori, de una valoración excesivamente generalista para un concepto mucho más complejo de lo que parece a simple vista.

Tener el deseo de seguir con vida no es lo mismo que disponer de un instinto real y agudizado de supervivencia. Del mismo modo, tener un instinto real de supervivencia depende de muchos factores internos y externos. Tampoco debemos confundir la capacidad de supervivencia con el mero hecho de tener claros nuestros instintos.

Tenemos numerosos ejemplos con los que mostrar que muchos individuos entregan su vida sin luchar o sin el más mínimo intento de fuga. Resistir determinadas situaciones puede parecer una forma de inacción, pero en realidad no deja de ser una forma diferente de luchar.


Cuando hablamos de sobrevivir, en el término más amplio de la palabra, tenemos que hablar de actuar. Y esta actuación, como todo lo que afecta a nuestro contexto, depende de nuestras habilidades para hacerlo de forma efectiva, es decir, para disponer de los recursos que ese tipo de actuación nos demandará en un rango óptimo de competencia.


No tratamos de entrenar directamente nuestro instinto, pero sí podemos incrementar nuestro «potencial de supervivencia»

No podemos crear un instinto, podemos agudizarlo, podemos matizarlo y podemos establecer mecanismos de activación reales del mismo a través del entrenamiento. No todo es entrenable con garantías absolutas, pero sí podemos establecer modelos de entrenamiento que permitan estas tres direcciones de progresión en lo instintivo: detectar/comprender, focalizar/relacionar y, por último, orientar/activar.

Para el primer caso debemos percibir la emergencia de una acción intuitiva y entender las causas y los elementos que la modulan en exceso y en defecto. En segundo lugar, es importante poder centrarnos de forma específica en cada uno de los elementos que provocan su emergencia en mayor o menor intensidad. Por último, debemos contextualizar el modelo y desarrollar los mecanismos naturales de activación y desactivación con la intensidad que cada situación concreta nos requiera.

En cualquier caso, no tratamos de entrenar directamente nuestro instinto, pero sí podemos incrementar nuestro «potencial de supervivencia», incluyendo la parte intuitiva como un elemento indivisible del conjunto de abordajes que debemos afrontar.



Para establecer una forma de entrenar nuestro potencial de supervivencia tenemos que diferenciar con claridad las áreas entrenables, sus características de sensibilidad a la progresión y nuestros límites naturales generales y personales en cada caso.

Podemos diferenciar con claridad cinco elementos binomiales e interdependientes que intervienen de forma activa en nuestro potencial de supervivencia. Aquí los detallamos en el orden lógico que nos permite abordar su estudio antes de plantear el formato y objetivos de nuestro entrenamiento:

1. Inteligencia de amplio espectro/experiencia 2. Carácter/actitud 3. Autocontrol/autoconocimiento 4. Valores/ética 5. Conocimientos/aprendizaje

Aunque la mayoría de ellos tienen que ver con el primer punto del conjunto, es preciso que los estudiemos por separado. Posteriormente podremos establecer con claridad y efectividad los procedimientos que, para cada caso y también de forma conjunta, nos permitirán aumentar nuestro rango de competencia bajo cualquier circunstancia relativa a nuestra supervivencia.

En la presente entrada empezaremos por este análisis e iremos avanzando, en futuras entradas, incorporando los restantes elementos que nos permitirán dibujar de forma precisa el marco de trabajo sobre el que establecer nuestras futuras propuestas de trabajo.

1. INTELIGENCIA DE AMPLIO ESPECTRO Y EXPERIENCIA

Decíamos antes que posiblemente el resto de los cinco elementos que citamos tengan algo que ver, directa o indirectamente, con este primer apartado. Veamos a qué nos referimos.


Cuando hablamos de inteligencia de amplio espectro nos referimos a todo el conjunto de inteligencias descritos por el psicólogo estadounidense Howard Gardner. En su investigación, este científico ha identificado y definido 8 tipo de inteligencias distintas que pueden ser evaluadas y que, en mayor o menor porcentaje, podemos encontrar en todas las personas. Podemos interpretarlas también como habilidades intrínsecas potenciales del ser humano. Veamos cada una en detalle:

1. Inteligencia lingüística


La inteligencia lingüística engloba diferentes habilidades tales como la habilidad para la comunicación oral, gestual o escrita. Periodistas, políticos, actores, escritores, etc., son un ejemplo de personas que utilizan este tipo de inteligencia para el desarrollo de sus competencias.

En el ámbito de la interrelación conflictiva deberíamos aprovechar estas habilidades en varias direcciones: la capacidad de expresarnos con claridad, con significado directo y entendiendo los gestos y sus detonantes emocionales, tanto nuestro como de los posibles oponentes. En este apartado entrarían las acciones de convencer, explicar o saber cuándo callarnos.

2. Inteligencia lógico-matemática


Este tipo de inteligencia ha sido considerada como la referencia absoluta hasta que Howard Gardner desarrolló su teoría de inteligencias múltiples. Una parte importante de las pruebas utilizadas para medir el coeficiente intelectual se ha basado hasta ahora en este tipo de inteligencia. Sin embargo, su funcionalidad se centra exclusivamente en el razonamiento lógico y la resolución de problemas matemáticos.

Es tan importante como las demás, pero cobra relevancia en el modelo de sociedad en el que habitamos.

Estrategia y táctica dependen absolutamente de este tipo de inteligencia.

Científicos, ingenieros, matemáticos o analistas son un claro ejemplo de ramas profesionales que utilizan prioritariamente este tipo de inteligencia en el desempeño de sus funciones.

En nuestro contexto nos permite estructurar un conjunto de acciones lógicas atendiendo a los componentes específicos de la situación. Estrategia y táctica dependen absolutamente de este tipo de inteligencia para introducir el mayor número posible de variables e interrelacionarlas de forma lógica en el menor espacio de tiempo.

3. Inteligencia visual espacial


Podemos enmarcar en este tipo de inteligencia a la habilidad de observación del mundo y sus objetos desde diferentes ángulos y perspectivas. Entender un mapa, comprender los espacios llenos y vacíos, así como nuestra operativa en dicho espacio forman parte de sus habilidades asociadas.


Es la inteligencia habitual en pintores, escultores o arquitectos, personas que definen y actúan de forma visual sobre el espacio en el que se mueven y sobre las formas de las cosas.


Para la supervivencia es fundamental saber moverse. Correr, luchar, cazar o esconderse requieren, además de una gran agilidad, de que seamos capaces de interpretar correctamente el entorno en el que nos movemos.

4. Inteligencia musical auditiva


La interpretación, composición e identificación de los sonidos, sus ritmos y orden, entran dentro de este rango de inteligencia. A veces, la clasificación de este apartado se centra excesivamente en lo relativo a la música, pero podemos señalar como inteligencia musical a la capacidad de discernir el origen de un sonido, su modulación o el ritmo con el que este sonido se repite. Hay una especial relación entre este tipo de inteligencia y la lógico matemática.


Los músicos, cantantes, compositores, etc. son un ejemplo de uso de estas habilidades.

Escuchar ruidos, entender que no pertenecen al contexto, identificar las intenciones y amenazas a través de los sonidos de una situación, entre otras muchas posibilidades, forman parte de las capacidades que nos otorga el desarrollo de este tipo de inteligencia.

5. Inteligencia corporal cinestésica


La capacidad de utilizar, mover, trasladar nuestro cuerpo y expresar a través de él entran dentro del rango de habilidades contenidos en este tipo de inteligencia. Correr, saltar o mantener el equilibrio contrastan dentro de este mismo grupo con nuestra capacidad para escribir, tocar el piano, operar a un paciente o disparar una flecha dando en el blanco.


Bailarines, deportistas, cirujanos, músicos, equilibristas o artistas marciales son algunos de los exponentes en los que podemos diferenciar con claridad altos rangos de este tipo de inteligencia.

Decíamos antes que, para la lucha, la huida, la persecución, etc., son fundamentales nuestras cualidades físicas y nuestras habilidades motrices. Este desarrollo es clave en cualquier situación de supervivencia en la que nuestro cuerpo y sus capacidades serán el motor permanente de nuestra operativa sobre el terreno.

6. Inteligencia intrapersonal


Nuestra capacidad de regular nuestras emociones, de conocernos y de discernir con claridad quiénes somos y cómo operamos forma parte de esta clasificación de las inteligencias múltiples. Reflexionar y comprender nuestros detonantes emocionales, nuestros aspectos educacionales o ejercer nuestro autocontrol nos lleva a ser más inteligentes en este plano y, por lo tanto, más conscientes de nuestra realidad personal.


En este plano distinguimos a filósofos, psicólogos, místicos y poetas, personas capaces de tomar consciencia de sus experiencias interiores extrayendo un conocimiento extrapolable de las mismas.

El estrés asociado a una situación de riesgo vital tiene múltiples componentes que parten de nuestra capacidad en este ámbito de inteligencia. Conocernos, desarrollar el autocontrol, como veremos más adelante, es fundamental para que el resto de los elementos puedan cumplir su cometido.

7. Inteligencia interpersonal


La capacidad de ponerse en el lugar del otro, de comprender sus pretensiones, sus necesidades o sus objetivos forman parte, entre otras muchas características, de este tipo de inteligencia. En ella podemos diferenciar también la capacidad de empatizar con otros y entender correctamente sus sentimientos a través de sus palabras o sus gestos. En este plano nos encontraremos también con los psicólogos, terapeutas, sociólogos, etc.

En nuestro modelo, basado en el ciclo OODA, una correcta orientación requiere que entendamos a quién tenemos delante, qué se sale del patrón y cómo van a responder nuestra estructura física o psíquica cuando las cosas se tensen. También, asumir que tenemos que hacer determinadas cosas obligados por la situación entra dentro de nuestro rango de acción en este segmento de nuestra inteligencia.

8. Inteligencia naturalista

Esta, aunque introducida con posterioridad por Gardner en una revisión de sus tesis iniciales, sería fundamentalmente nuestra capacidad de interpretar el entorno natural en el que vivimos. Clima, especies naturales, geografía, fenómenos naturales, en definitiva, todo lo relacionado con percibir, diferenciar y establecer categorías dentro del marco natural de nuestra experiencia vital. Biólogos, naturalistas, adiestradores o agricultores hacen uso de esta inteligencia de forma permanente en el desarrollo de sus funciones profesionales.

Aunque hablamos mayoritariamente de los planos combativos de la autodefensa, no podemos olvidar que sobrevivir requiere movernos por entornos que debemos conocer, interpretar con prontitud y poder desarrollar proyecciones lógicas que tengan en cuenta el mayor número de elementos. La naturaleza es nuestro medio natural y cualquier trabajo de adaptación al medio debería comenzar por no perder de vista nuestro conocimiento del medio natural que nos corresponde.

El desarrollo de cualquier tipo de inteligencia es fundamental dependiendo de nuestros objetivos profesionales o instrumentales para la vida. Sin embargo, nuestra capacidad de mantener una homeostasis de niveles apropiados entre todos estos elementos incrementará exponencialmente nuestra operativa vital en situaciones de supervivencia.


Saber interpretar una situación, sin perder de vista los diferentes elementos que intervienen en ella, digamos espacio, iluminación, terreno, estado emocional, estrategia situacional, etc., implicará un ejercicio extremo de interrelación de habilidades que debemos practicar en nuestro día a día y en nuestro entrenamiento específico para la supervivencia. Veremos todo esto con más detalle en la parte final de estas entradas relativas al entrenamiento para la supervivencia.

En la próxima entrada abordaremos en concreto el detalle de las relaciones entre estas habilidades/inteligencias y las experiencias personales en una serie de facetas comunes para la mayoría de las personas. Es fundamental contextualizar todo los conocimientos que vayamos adquiriendo para fortalecer ese vínculo entre situación y acción, eje fundamental de cualquier procedimiento de aprendizaje enfocado a mejorar nuestro potencial de supervivencia.

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